sábado, 28 de marzo de 2015

Mundo Literario: "El gato viajero"

¡Hola a todos! Hoy en Pradere es un día soleado y después de hacer las cosas que tenía que hacer me senté para escribir este artículo.

Hoy en Mundo Literario voy a contarles un cuento (que leí hace ya 5 años) de Gianni Rodari, y es:
El Gato Viajero

Una vez subió un gato al tren que va de Roma a Bolonia. Gatos en el tren siempre se ha visto, generalmente dentro de un cestito, o una caja con algún agujero para respirar. En el tren se han visto hasta gatos vagabundos, gatos de nadie que han caído en un vagón abandonado a la caza de topos. Pero este de quien hablamos era un gato viajero y viajero por su cuenta.
Llevaba una cartera negra bajo el brazo, como un abogado, pero no era un abogado, era un gato. Usaba gafas como un contador miope, pero no era un contador y veía estupendamente. Llevaba el abrigo y el sombrero como un galán, pero no era un galán, era un gato.
Entro en un compartimiento de primera clase, echó un el ojo a un sitio libre junto a una ventanilla y se sentó. En el compartimiento ya había tres personas: una señora que iba a Arezzo a ver a una hermana, un comendador que iba a Bolonia por negocios y un jovencito que iba no se sabe dónde. La entrada del gato suscito algunos comentarios.
La señora dijo:

-         Que gato tan nono, bss, bss, bss… Viajas solo, como un hombrecito ¿eh?
El comendador dijo: 
-     Esperemos que no tenga pulgas.
-         Pero no se ve cómo está de limpio?
-         Esperemos que… bueno, querida señora, yo soy alérgico a los gatos. Esperemos que no me pegue el catarro.
-           Pero si no tiene catarro, ¿cómo se lo va a pegar?
-          A mí me lo pegan todos, apreciada señora, me lo pegan hasta los que no tienen.
-          Bss, bss, bss… te has adelantado para guardarle el sitio a tu dueña ¿eh?
-          ¡Miao!
-          ¡Que vocecita tan bonita. ¿Qué habrá dicho?
El joven hablo por primera vez:
-         Ha dicho que no tiene dueños, es un gato libre y soberano.
-          ¡Qué interesante!
-          O sea, es un gato vagabundo –observó suspicaz el comendador-, esperemos que no me contagie el sarampión.
-          ¿El sarampión? –exclamó la señora-. Pero si los gatos no tiene sarampión y además es una enfermedad que se pasa de niño.
-          Querida señora, yo no lo he pasado de niño. ¿Sabe que es más peligroso si se tiene de mayor?
El tren se puso en marcha y al cabo de un rato pasó el revisor.
-          Billetes, señores.
La señora abrió el bolso:
-          Uy, el billete, no sé dónde lo abre metido…Espere, espere, tiene que estar aquí… Ah, sí, menos mal.
-          Gracias señora. ¿Y el billete del gato?
-          Pero si el gato no es mío-
-          ¿Es suyo, señor?  
-          Solo faltaría eso – estalló el comendador-. No puedo aguantar a los gatos. Me hacen subir la tensión.
-          El gato tampoco es mío –dijo el joven-. Es un gato que viaja por su cuenta.
-          Pero tiene que llevar billete.
-          No lo despierte, que duerme… Es tan gracioso, mire qué morrito.   
-          Morrito o no, tengo que picarle el billete.
-          Bss, bss, bss –Hacia la señora -, mínimo, mínimo…, ea, vamos, mira quién está…
El gato abrió un ojo detrás de otro y maulló:
-          Miao, miao.
-          ¡Y encima protesta! –critico el comendador-. Es como para volverse loco. Por qué no viaja en coche cama, dijo yo…
-        No ha protestado –explico aquel joven-. Ha dicho: ruego que me perdone, me había amodorrado.
-          Amodorrado ¿eh?
-          Si parece que le gustan las palabras selectas.
-          Miao, miao –hizo de nuevo el gato.
-          ¿Qué ha dicho ahora? –pregunto la señora.
-          Ha dicho: por favor, aquí está mi billete –tradujo el joven.
-          Oiga, compruébelo bien –dijo el comendador al ferroviario -, hay gente que viaja en primera con billete de segunda.
-          El billete  es correcto, señor.
-          Miao, miao, miao –maulló el gato enérgicamente.
-         Dice –explico el joven- que debería ofenderse ante sus insinuaciones, pero lo respeta en atención a sus canas.                      
-          ¿Canas? ¡Pero si soy calvo!
-          Miao, miao.
-         Dice que ya ha visto que es calvo, pero que si tuviera pelo seria blanco.
La señora suspiró:
-          Qué bien entiende usted la lengua de los gatos. ¿Cómo se las arregla?
-          Es fácil, basta con prestar mucha atención.
-          ¿Miao? ¿miao?
-          Pero cuanto habla ese gato –gruño el comendador-. No se calla ni un momento.
-          ¿Qué ha dicho? ¿Qué ha dicho? –pregunto la señora al joven.
-          Miao, miao. Ha dicho: hermoso día. Ayer no fue tan bonito. Esperemos que mañana sea tan bonito como hoy. ¿Van lejos sus señorías? Yo voy a Venecia por asuntos de familia.

PRIMER FINAL
Se descubre que “aquel joven” es un ventrílocuo, prestidigitador e ilusionista: todo lo ha hecho él.
SEGUNDO FINAL
Se descubre que el gato no es un verdadero gato, es un gato robot: un juguete de lujo que se pondrá a la venta las próximas navidades.
TERCER FINAL
Aun no existe. Pero sería bonito que algún día se pudiera hablar con los gatos.

Gianni Rodari. En Cuentos para jugar, Alfaguara, 2006.

Info: Gianni Rodari fue un maestro, periodista y escritor italiano que nació en 1920 y murió en 1980. Entre sus libros se destacan Cuentos para jugar y Cuentos escritos a máquina.  

Espero que les haya gustado el cuento y nos vemos la próxima.

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